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martes, 4 de febrero de 2014

Ritos Lupinos del Invierno

Los arqueólogos encontraron huesos cortados de perro y lobo dispersos por el pequeño asentamiento de la Edad del Bronce de Krasnosamarskoye, Rusia.

Hace unos 4000 años, en las estepas al norte del Mar Negro, un pueblo nómada empezó a asentarse en pequeñas comunidades. Conocido hoy día como la Cultura de las Tumbas de Madera, este pueblo nos dejó más de mil yacimientos. Uno de ellos se llama Krasnosamarskoye, y el arqueólogo David Anthony del Hartwick College tenía grandes esperanzas puestas en él cuando empezó a excavarlo a finales de los noventa. Anthony esperaba poder descubrir por qué la gente de esta región empezó a establecer sus primeros hogares permanentes. Pero desde entonces él y su equipo han descubierto que Krasnosamarskoye tenía una historia muy distinta que contar: el yacimiento contenía los restos de docenas de perros y lobos descuartizados, muchos más que en ningún otro yacimiento comparable.

Nerissa Russell, la arqueozoólogoa del proyecto, dice: "Recuerdo haber dicho al principio de la excavación que estábamos encontrando muchos huesos de perro. Pero no tenía ni idea de lo importantes que resultarían ser." Cuando el equipo se puso a trabajar en el análisis de todos los huesos de animal en el laboratorio, identificaron los restos de unos 51 perros y siete lobos, así como siete caninos que no pudieron ser clasificados con seguridad. En otros yacimientos de la Cultura de las Tumbas de Madera, los huesos de perro y lobo nunca superan el 3% del total de huesos animales encontrados. En Krasnosamarskoye, componían más del 30%. "No conozco ningún otro yacimiento en el mundo con un porcentaje tan alto de huesos de perro", dice Russell. Ella y su equipo descubrieron que la mayoría de los perros eran inusualmente longevos, de hasta doce años de edad en algunos casos, lo que significa que probablemente no eran criados para ser comidos. "¿Eran mascotas queridas, perros de caza, o parias? No lo sabemos," dice. "Pero son tan viejos que estos perros habían acompañado a estas gentes y establecido algún tipo de relación con ellas."

Piezas de cráneo de perro del yacimiento fueron cortadas en trozos pequeños y estandarizados con un posible significado ritual.

Para aumentar el misterio, los huesos estaban cortados de una forma inusual y sistemática que no se parecía a las prácticas habituales de carnicería. El hocico era dividido en tres pedazos y el resto del cráneo era partido en fragmentos geométricos de solo una pulgada de largo. Nadie habría hecho esos cortes solo para sacar la carne de los huesos.

Anthony y su esposa, la arqueóloga Dorcas Brown, sabían que era un descubrimiento único. Brown, en particular, sospechaba que los cánidos eran probablemente sacrificados allí como parte de un ritual y decidió examinar la literatura historiográfica sobre rituales relacionados con perros. Lo que descubrió era que había todo un historial de trabajo sobre esas antiguas prácticas. En una jugada inusual para los arqueólogos prehistóricos, decidieron consultar a los lingüistas históricos y a las antiguas tradiciones literarias para entender mejor el registro arqueológico.

Una placa vikinga de bronce del s. VI d. C. representa a una figura con casco que podría ser el dios Odín bailando con un guerrero que viste una máscara de lobo.

Sabían que la gente que vivía en Krasnosamarskoye hablaba con casi total seguridad una lengua indoeuropea. Esta enorme familia lingüística comprende hoy día a casi todos los idiomas europeos y a muchos de los asiáticos, como el hindi. Todos ellos son "hijos" de una lengua que probablemente se hablaba en las estepas euroasiáticas entre el 4500 y el 2500 a. C. Los lingüistas históricos lo llaman Protoindoeuropeo. Comparando palabras de todas las lenguas indoeuropeas antiguas y modernas, han sido capaces de reconstruir una gran cantidad del vocabulario de esta lengua largo tiempo muerta. No solo han recuperado (y rastreado a través de estas antiguas culturas indoeuropeas) términos tan variados como las palabras "padre", "cabeza" y "trueno", sino que también pueden sacar deducciones sobre estas culturas a partir de ese vocabulario.

A pesar del colorido cuadro de la vida antigua que se puede obtener de esta forma, muchos arqueólogos dudan en confiar en las raíces de palabras y conceptos del Protoindoeuropeo. "Esta es la clase de información que los arqueólogos prehistóricos normalmente matarían por tener", dice Anthony, "pero generalmente se distancian de la lingüística indoeuropea porque no ven cómo pueden combinar las dos clases de datos." Anthony ha pasado buena parte de su carrera intentando convencer a sus colegas de que los esfuerzos de los lingüistas y mitólogos no deberían ser ignorados. "Estoy interesado en combinar las pruebas lingüísticas y mitológicas con las arqueológicas", dice. "Estas raíces contienen información sobre el parentesco, los sistemas de honor y deuda, el poder y las festividades. Deberíamos estar minando este vocabulario para averiguar qué pasaba por sus cabezas."

Así, sin haber consultado estas fuentes lingüísticas, muchos arqueólogos se habrían dado por satisfechos sabiendo simplemente que los perros habían sido sacrificados. Pero la pasión de Brown y Anthony por aplicar las pruebas lingüísticas a los descubrimientos arqueológicos les hizo profundizar. "Creo que es una suerte que fuéramos nosotros quienes excavamos el yacimiento", dice Anthony.

Brown siguió investigando la literatura sobre las ceremonias indoeuropeas en busca de información sobre perros que pudiese arrojar pistas sobre qué clase de ritual estaba siendo practicado en Krasnosamarskoye. Descubrió que los lingüistas históricos y los mitólogos asociaban desde hacía mucho el sacrificio de perros a una importante tradición de los antiguos indoeuropeos: las partidas de guerra errantes juveniles.

En las tradiciones de los antiguos celtas, germanos, griegos e indo-iranios, los hombres jóvenes solían abandonar sus familias para formar sociedades guerreras. "Estos eran chicos jóvenes al borde de la sociedad que de vez en cuando robaban vacas, y uno preferiría que se largaran a robar las vacas de otro", dice Anthony. "Así que eran expulsados de sus grupos sociales y enviados a saquear otras comunidades." En las tradiciones germánicas, estas bandas de jóvenes guerreros se contemplaban a sí mismas como manadas de lobos. Un famoso mito sobre el héroe Sigfrido describe cómo él se viste con una piel de perro para ir de incursión con su sobrino, al que está instruyendo como guerrero. En el Rigveda, un antiguo texto en sánscrito compuesto en algún momento anterior al 1000 a. C., los hombres jóvenes solo podían convertirse en guerreros tras sacrificar un perro en una ceremonia invernal y vestir su piel durante cuatro años, la cual quemaban a su regreso a la sociedad.

Estas enigmáticas estelas datadas en torno al 1300-1000 a. C. fueron halladas en una tumba cerca de Nivik, Suecia. Una (la segunda por la izquierda) podría representar a un duradero rito iniciático indoeuropeo llevado a cabo por los chicos que accedían a la clase guerrera. A lo largo de la base, ocho figuras encapuchadas siguen a un líder. El número ocho pudo haber tenido algún significado especial para las partidas de guerra juveniles indoeuropeas.

La institución de las bandas guerreras juveniles dedicadas a las incursiones estacionales está tan extendida en las culturas indoeuropeas que los lingüistas históricos y mitólogos concluyeron que tenía que haber sido una gran tradición protoindoeuropea, y que estos jóvenes se convertían en guerreros durante un ritual a mediados del invierno que incluía el sacrificio de perros. Los lingüistas incluso reconstruyeron la palabra protoindoeuropea para estas partidas de guerra: koryos. Pero, como muchas palabras e ideas protoindoeuropeas reconstruidas, faltaban pruebas físicas que demostrasen que las koryos recorrían las estepas euroasiáticas hace miles de años. Anthony y Brown, no obstante, debido al enorme número de huesos de perro y lobo del yacimiento, sospechaban fuertemente que Krasnosamarskoye podría ser de hecho uno de estos lugares de iniciación invernal de las koryos. Pero necesitaban demostrar que esta tradición reconstruida existía hace 4000 años.

Tras enviar los dientes caninos del yacimiento a la arqueozoóloga Anne Pike-Tay, que estudia las bandas de crecimiento en los dientes para determinar en qué estación morían los animales, la última pieza del puzle encajó en su sitio: fue capaz de determinar la estación de la muerte de 17 de los cánidos, y descubrió que 16 de ellos murieron en invierno. Las vacas sacrificadas en Krasnosamarskoye, por contra, morían a lo largo de todo el año. Para Anthony y Brown esta era una prueba poderosa de que las koryos existían cientos de años antes de que fuesen mencionadas por primera vez en el Rigveda.

Del mismo modo que las bandas itinerantes de jóvenes incursores jugaban un papel importante en las sociedades indoeuropeas posteriores, Anthony cree que habrían sido clave para la Cultura de las Tumbas de Madera. "Era una forma organizada no solo de controlar a jóvenes potencialmente peligrosos", dice, "sino que también era una manera de expandirse y obtener riqueza." De hecho, Anthony cree que las koryos podrían ayudar a explicar por qué las lenguas indoeuropeas se extendieron con tanto éxito. Las anteriores generaciones de estudiosos imaginaban hordas de indoeuropeos subidos en carros extendiendo sus lenguas por Europa y Asia a punta de espada. Pero Anthony cree que el indoeuropeo se extendió mediante una difundida imitación de las costumbres indoeuropeas, que incluían, por ejemplo, celebrar festines para establecer fuertes redes sociales. Las koryos simplemente habrían sido otro rasgo más de la vida indoeuropea que otros pueblos admiraron y adoptaron, junto con los propios lenguajes.

Cerca de un fortín celta en Francia, un enterramiento de hacia el 100 d. C. contenía los restos de ocho hombres y ocho caballos. El arqueólogo David Anthony cree que en la tradición indoeuropea, ocho guerreros habrían sido la composición idónea de una partida de guerra juvenil.

Desde que él y Brown empezaron a seguir la pista lingüística de las koryos, Anthony se ha encontrado otros rompecabezas tanto en el registro arqueológico como en los textos que podrían llegar a ser resueltos de una forma similar. En particular, cree que puede haber una significativa relación entre las bandas guerreras y el número ocho, ya que aparece frecuentemente. "En los textos indios de la Edad del Hierro, los chicos tienen ocho años cuando empiezan a entrenarse, y a los dieciséis son iniciados en la casta guerrera", dice Anthony. "En el mito de Sigfrido", continúa, "el héroe le dice a su sobrino que no le llame si no es atacado por más de siete hombres... osea, ocho." En una tumba de 3000 años de antigüedad de la Edad del Bronce en Kivik, Suecia, las estelas que se delimitan el interior de la cámara funeraria presentan una representación de ocho figuras encapuchadas siguiendo a un líder. "Esa podría ser una imagen de una ceremonia de iniciación", dice Anthony. En un asentamiento celta de Francia datado cerca del 100 d. C., ocho caballos y ocho hombres fueron enterrados juntos. Quizás, plantea Anthony, las koryos eran grupos idealmente de ocho jóvenes, y esa unidad básica de guerreros perduró durante largo tiempo.

Anthony espera ahora que llegue un momento en el que los arqueólogos busquen usar las pruebas lingüísticas y literarias para entender el pasado prehistórico en formas mucho más sutiles que las que ya conocen. Hace notar, por ejemplo, que koryos no es el único término para banda guerrera en el Protoindoeuropeo reconstruido. Hay otra palabra que aparentemente se usaba para referirse a un grupo mayor de guerreros que incluía a todos los adultos de una comunidad, una agrupación seguramente muy distinta. "Estos tipos de distinciones", dice, "son imposibles de sacar a la luz con una pala. No hemos hecho más que empezar a usar la información del vocabulario protoindoeuropeo para entender a la gente que lo hablaba."

Fuentes


Extraído y traducido de http://www.archaeology.org/issues/issues/1309/features/timber-grave-culture-krasnosamarskoe-bronze-age. Artículo escrito por Eric A. Powell.

1 comentario:

  1. Una maravilla. Me encantan estos datos de sociedades y culturas guerreras de la antiguedad. Especialmente con ese contenido diabolico de Khorne jajaja

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